Por: Weildler Guerra Curvelo
A raíz de los cien días de gobierno del presidente Juan Manuel Santos amplios sectores de opinión consideran que durante estos primeros meses se ha recuperado un clima de respeto y de dialogo entre el ejecutivo y las demás ramas del poder público que no existió en los dos cuatrienios pasados. El reconocimiento público de que existe el derecho a ejercer una oposición democrática y hacer explicito que los miembros de los partidos que la conforman no son malvados terroristas marca grandes diferencias con el estilo del gobierno anterior. El hecho de haber buscado y obtenido relaciones armónicas con los gobiernos vecinos a pesar de las notorias diferencias ideológicas ha traído un ambiente de normalidad y sosiego en nuestras relaciones exteriores.
Sectores afectos al pasado régimen han cuestionado acremente las leyes a favor de las víctimas y de la restitución de tierras pues ello implica el reconocimiento oficial de que millones de compatriotas colombianos han sido violenta e injustamente despojados de sus tierras y decenas de miles de sus vidas. La situación ha sido tan inesperada que muchos colombianos creen firmemente que la verdadera y soterrada oposición al actual presidente proviene del partido de la U, el mismo que lo llevó al poder
¿Son estas iniciativas rasgos de civilización por parte del gobierno?. La civilización es un permanente ejercicio en el respeto, afirmó Goethe Así que el no considerar a los supremos jueces de la republica como enemigos de la democracia por el solo hecho de ejercer sus funciones constitucionales es sin duda un notorio avance con respecto al gobierno anterior. Sin embargo, después del largo periodo de desinstitucionalización uribista los colombianos hemos retrocedido tanto en el tiempo en materia de política y democracia que bien podríamos salir hoy a las calles a celebrar alborozadamente los logros de la revolución francesa.
Al mismo tiempo que esto ocurre los medios registran hechos notoriamente inhumanos que nos hacen reflexionar sobre los valores vigentes en algunos cuerpos del estado. En Arauca un joven oficial y un grupo de soldados dan una muerte cruel a tres niños de trece, nueve y seis años después de violar a dos de ellos. Es posible que horrorizado un ciudadano común se pregunte ¿bajo qué criterios se forman y conducen estos hombres? ¿es esto el resultado de una extendida política de laxitud en materia de respeto a otros seres humanos en las zonas de conflicto ? ¿cuánto ha incidido el desarrollo de la larga lucha contra las despiadadas FARC en la deshumanización de la conducta de estos soldados?
En un breve y hermoso libro llamado Nobleza de espíritu el holandés Rob Riemen afirma que las mentes politizadas no reparan en las personas como seres que viven, que aman y que son amadas y ven en ellas meras abstracciones o etiquetas que pueden ser suprimidas. Según este la prosperidad y la seguridad son condiciones previas para la consolidación de una sociedad civilizada pero ellas no deben ser la meta final. La búsqueda de la seguridad por encima de todo puede llevarnos a un estado policiaco - o parapoliciaco- que suprime la libertad que nutre la civilización. La búsqueda de la prosperidad y la exaltación del dinero como máximo valor simplemente nos llevan a la decadencia como sociedad.
wilderguerra@gmail.com
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